Hoy me levanté de un humor increíble. Dormí apenas cuatro horas, me desperté en el medio...
Llegué a Loreto con una sonrisa pocas veces antes vista. Le sonreí a la gente en la calle, saludé con un beso a cada persona que me crucé en el camino de la puerta hasta ese rinconcito en el que últimamente, sé que me van a estar esperando.
Ahora me entra el solcito por la ventana. No tengo un patio como quisiera para tirarme en el pasto y tomar unos tererés. Tengo una canción sonando de fondo. Un celular moribundo. Tengo mucho hambre también. Tengo muchas cosas que hacer. Miro el sol otra vez, y dejo el teclado ahí, inerte, sin vida otra vez. Me cuelgo. (No, no estoy drogada).
No estoy leyendo lo que escribo, ¿escribo? A veces píenso que juntar un montón de palabras sin siquiera pensarlas mucho no es escribir. Un conjunto de letras que no dan origen a nada. Me comunico. Con que poco me comunico. Con que poco me entienden. ¿Me entienden? No creo
Me preocupa que mi vieja le quiera poner aceite a mi ensalada. No entiendo por qué no me deja hacer mis propias cosas a mis, si, creanlo, YA DIEZ Y OCHO AÑOS (tenía algo así como cuatro años menos cuando empezaba a encontrar mi lugar por acá, ¿se acuerdan?)
A veces me pregunto como es que pasa el tiempo. ¿Qué es el tiempo?. Quiero tocar el tiempo, le quiero hacer cosquillas, lo quiero hacer sufrir. Quiero hacerlo sentir un poquito humano. ¿Con que derecho va y viene sin preguntar?
Mi obsesión por la justicia a veces creo que es un poco frenética. Me cuesta entender. Me cuesta aceptar órdenes. Me oprime no darlas.
La alegría que siento no sé como expresarla, me invade y se escapa por mis dedos, por mi voz, por lo que pienso. No sé como reproducir todo el bien que recibí, tampoco en qué momento lo fui recibiendo.
Que linda la vida, que linda. Que lindo caminar, respirar, sentir.
Que lindo todavía tener una cabeza volátil, un corazón disponible, unos brazos abiertos...
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