Ser instinto y libertad

lunes, 6 de abril de 2020

cuarentICIA SOCIAL

Hace días vengo pensando que no estoy sola, que somos varias. Recolecto reflexiones de y con otras, desde el encierro material pero también emocional. Pienso en que somos y estamos, pero no encontramos qué hacer con ese ser, con ese estar. Queremos militar, pero fue tanto el pensamiento crítico, que nos formateamos para dudar de todo, para no casarnos con nada ni nadie. Enamorarnos es un pecado: de una persona, de una situación, de una idea. ¡Ni les cuento de una teoría!
Parece que lo único de lo que nos podemos enamorar es de un lugar, eso no está tan mal, porque la moda es huir para no afrontar que estamos rodeadxs de adversidades ("viajar" le dicen). Pero enamorate hasta ahí, porque la meta tiene que ser sellar mucho el pasaporte. Y que no se te ocurra que sea un pueblito en el rincón más escondido de tu país, porque eso no cuenta. ¡¿Cómo vas a contarle a tus seguidorxs, si no tenés internet, que estás ahí?!
No es nuevo que le atribuímos más valor a "parecer" que a "ser". ¿Se imaginan un rey sin corona? ¿un político sin dinero? Yo no sé si estoy al derecho, pero sin dudas dado vuelta está el mundo. Hacemos cosas inexplicables atribuyendoles sentidos que ni siquiera conocemos, significados que importamos como si fuéramos una cuenta de alguna red social que abrimos en otro teléfono y tenemos que llenar de información prexistente en otro lado, pero que nunca vamos a revisar. No hay nada que me dé más miedo en la búsqueda del "parecer" que la moda de "opinadar" (me parece una buena mezcla entre opinar y bardear). Criticamos el pasado con un diario de lunes, que nos dice más de lo que pensamos sobre el martes. Es que el martes ya está escrito por alguna corporación (que seguro es multinacional) que tiene que venderte un nuevo producto.
Me permito una pequeña digresión porque quiero compartirles algo que me pasó. Hace unos días ví que "salió" un spray que tira alcohol diluido en agua. Lo necesito. Pero no uno, necesito veinte. ¿Lo necesito? Sí, si me lo quieren vender es por que lo necesito. Y tiene que ser ahora. ¿Cómo que ahora no? ¿Cómo que tengo que esperar una hora a que Glovo lo traiga a la puerta de mi casa? ¿Qué? ¿Qué sale lo mismo que comprarme una moto dice la app? Bueno igual no importa, porque lo necesito. Eso me dijeron, que es nuevo y que lo necesito. Que no importa si sobreviví 24 años y una cuarentena sin él, porque ahora salió entonces ahora lo necesito.
Pienso también que el Martes tiene otrxs escritorxs. Pero esxs son viejxs conocidxs. ¿Te suenan? Son lxs que sacan todo de contexto y solo ven sus intereses (y bolsillos), lxs que antes de una vida ven el supuesto logro de una gestión y el aparente destrozo de la otra. Es el proyecto de un aparato ideológico que necesita que creas que existe una grieta y que ahora tenés que odiar a lxs chetxs, porque viajaron a Europa. ¿Se lo pusieron a pensar dos segundos? ¿Cuánto más vamos a ofrecerle odio a lxs odiadxs?
Como "no puedo" militar ni enamorarme, yo sigo soñando. Porque los sueños no anestesian, los sueños vaticinan, los sueños adelantan: los sueños son el motor de otra realidad posible. Es que al fin y al cabo, soñar es actuar con la mente y desear con el corazón. Y todos los "-ar", más cortos o más largos, nos demuestran que accionar sobre la realidad, aunque sea sucinto, es suficiente para probar que es transformable.

miércoles, 1 de abril de 2020

insomnio de cuarentena

Me doy cuenta que la cabeza me duele cuando lloro mucho. O cuando me aguanto las ganas de llorar. Lo que pasa es que cuando me voy a dormir llorando, o mejor dicho, lloro hasta quedarme dormida, al otro día me despierto con los ojos súper secos y es difícil caretear la cara.
También me di cuenta estos días de cuarentena que no me puedo dormir cuando lo que me da vueltas por la cabeza son mil fantasmas. Más que fantasmas una realidad de mierda que no puedo cambiar. O no me animo. O quiero ser políticamente correcta. 
Hace varias noches que retome esta angustia de sentirme ahogada. La frustración no haber conseguido nada. 
No hay cosa que desee más que irme de casa, y no hay cosa de la que cada vez esté más lejos. 
Me pregunto si hay algo que inconscientemente me ate a este techo. Yo creo que sí, suena logico que ese factor reafirme la condición material de mi pobreza. Pero también suena ilógico, si no hay nada que anhele más desde que tengo 15 años que irme para ser verdaderamente yo. ¿Quién soy yo? 
Porque ahora siento que no tengo idea, que solo soy lo que quieren que sea, que solo como lo que quieren que coma, que solo me levanto a la hora que quieren que me levanté, y si es un sábado que sea temprano, para poder limpiar.