Ser instinto y libertad

domingo, 5 de diciembre de 2021

Un molino, la vida nos tritura con dolor

Un día sentís que nada de lo que construiste hasta acá tuvo sentido. Todo lo que soñaste, en lo que creíste, lo que militaste y honrraste... Todo eso te mira desde arriba con decepción.
Las palabras se atoran en el interior de la garganta, se anudan entre ellas y se atascan. Prenden luces de alerta, indican que algo anda mal, pero no entendés qué es, como cuando te hace esa señal rara la impresora. Lo volves a intentar, pero parece ser en vano. 
De pronto te encontrás aguantando las lágrimas tres o cuatro veces en el día, aunque no sabes por qué. El enojo tiene cara de todo: de familia, de auto, de trabajo, de estudio. Pero en el fondo sabes que el enojo tiene nombre y ese nombre es el tuyo.  
El espejo ayuda a que te enojes, porque nada de lo que te devuelve te da paz. Te falta todo y te sobran defectos. Si tan solo pudieras habitar otro cuerpo. Te engañas. Sabes que la paga el envase pero el desagrado es más profundo. Tu cuerpo solo refleja lo horrenda que te sentís por dentro, lo inútil, lo infeliz.
Que estúpida esta carrera. Siempre corriendo para no llegar a ningún lado.
Ya no quiero jugar más.